El chico gay que quería una fotocopia

Jon Bicho

Publicado agosto 15, 2024

A Pedro le tocó el turno de noche en la gasolinera que trabajaba, las noches siempre eran tranquilas, aprovechaba para ver series turcas en Netflix, donde los capítulos se hacían infinitos pero él estaba súper enganchado por la belleza arrebatadora de los hombres turcos. Soñaba con tener un hombretón turco en su vida que fuera grande, robusto y lo llevara en volandas.

A sus 50 años, llevaba media vida en ese puesto de trabajo, no era un curro estresante, tenía un buen sueldo y bastante tiempo libre para dedicarse a sus labores y sus pequeñas aficiones, salir a cenar, tomar cafés, y tener sesiones de terapias de aceptación y superación de complejos anodinos, pero que te arrugaban la piel de tus sentimientos.

Pedro tenía muchos conocidos y colegas, pero logró formar un grupo de amigos imprescindibles, tres, que se los presentó el azar del destino, que a veces sabe mucho, para llevar a cabo estos eventos de terapia de sinceridad, de los que muchas personas les agradaría tener. Se reunían un par de veces a la semana y hablaban desde las profundidades de la empatía, del respeto y de los consejos objetivos capaces de escuchar los sentimientos más ocultos y perturbadores, que pueden aturdir a cualquier persona o diminutos problemas que algunas veces los hacemos demasiado grandes por no tener otra perspectiva, que luego se diluían en el viento de la conversación cuando los hablabas, y esos pequeños fantasmas se transformaban en anécdotas superadas.

Pedro tenía varios perfiles en aplicaciones gais, Grindr, Wapo, Scruff, buscaba al hombre de su vida, pero a pesar de que había estado con muchos, no había encontrado el amor recíproco. En su perfil se describía como romántico, soñador, que le gustaba hacer el amor entre líneas de caricias, cariño y besos, para él eso era imprescindible. Su foto de perfil siempre tenía una sonrisa ocurrente y alocada, en su descripción física ponía que media 172 cm, pero eso no era cierto, porque media 170 cm, pero en esas aplicaciones todos gais se quitan años y se suman centímetros para tratar de venderse mejor, luego cuando se conocen en persona la verdad del físico se impone. Pedro de vez en cuando ponía alguna foto de su cuerpo semidesnudo, apenas tenía pelo en ese cuerpecito que Dios le había dado, no era perfecto según los estándares, ¿pero quién es el que los marca y decide? seguro que es un hombre insatisfecho de su cuerpo. 

Tenía una diminuta barriga, que él siempre decía que estaba embarazado de mellizos, le encantaba hacerse autorretratos de risas, lo hacía para superar su timidez oculta. Un pelo corto estilo soldado de remplazo, empezaba a predominar el gris sobre el negro, hacia conjunto con su barba breve y escasa, en su cara las arrugas ya cobraban fuerza, era debido a su pasado amargo que habitó en su ser, le dejó recuerdos de esa época para que nunca los olvidará, recordar que todo problema tiene solución si se quiere y a las sonrisas que procesaba ahora después de pasar el luto de la depresión. Siempre reía y riendo era la fórmula de su felicidad exprés y cotidiana, se había convertido en una luciérnaga con luz propia, después de dejar enterrado y sepultado un viejo vicio que casi le arruinó y lo mató, cuando lo superó lo hizo más fuerte. Sus dos ojos marrones saltones los cubrían con el velo de unas gafas retro, estilo de los 70, pero lo mejor de él era su carácter afable, pacífico, nunca juzgaba y su generosidad humana le predominaba, siempre tenía el corazón predispuesto para regalártelo, sin pagar un peaje.

Pedro estaba fumándose un cigarro en el lateral del edificio de la gasolinera, ya eran las 6 de la mañana y su turno le quedaba poco para terminarlo, de repente llegó un chico en un Ford Fiesta blanco del año 2000, con muchos kilómetros y unos cuantos bollos, bajó el conductor, un hombre imponente, de unos cuarenta años, 189 centímetros de altura y 105 kilos de peso, con pelo moreno frondoso, alto largo y desaliñado, que se lo tapaba una gorra de béisbol roja Nike, con barba tupida negra como el carbón recién extraído de la mina, en la mejilla derecha tenía una cicatriz de unos 6 centímetros de larga, le llegaba hasta el pómulo y llevaba unas gafas de sol que le tapaban un poco esa marca y le ocultaban sus ojos marrones oscuros desesperados y tristes, se aproximó a Pedro le pidió un cigarro, este sacó su paquete del bolsillo del pantalón le dio uno, le ofreció hasta fuego, el hombre encendió el pitillo metió un par de caladas con mucha ansiedad, estaba nervioso porque sabía lo que iba hacer, sacó una navaja enorme de 12 centímetros de su bolsillo del pantalón, la abrió y la empuñó con su mano derecha y la llevó hasta el estómago de Pedro, y le dijo:

-Si no gritas y no te haces el héroe esto terminará en seguida y no te pasará nada, el dinero que voy a robar no es tuyo, es del cabrón de tu jefe. ¡Date prisa! ¡Vamos dentro!

A Pedro le temblaban las piernas y el corazón le iba a 1000 revoluciones, resonaba en su interior en estero, entraron dentro de la oficina, pasó el cerrojo de la puerta para evitar que alguien pudiera entrar mientras sustraía la caja, Pedro se dirigió al mostrador y abrió la caja pero no había mucho efectivo, Daniel se puso muy nervioso y tenso, le dijo a Pedro 

-¿abre la caja fuerte que seguro que hay hay mucho dinero?

Pedro le respondió no tengo las claves y el dinero se lo llevan a las ocho de la tarde. 

En esos momentos llegó una patrulla de la Guardia Civil a repostar, eran clientes habituales, se acercaron a la ventanilla para decirle a Pedro que querían el depósito lleno, pero el comportamiento de Pedro era anormal, estaba sudando y titubeando, mirando hacia el infinito. Llenaron el depósito y se subieron al coche, arrancaron y se fueron, uno de los guardias civiles se percató que estaba aconteciendo algo anormal, por el comportamiento errático de Pedro que siempre era afable y bromista con ellos.

El sargento que conducía y tenía una extensa experiencia en atracos a gasolineras, le dijo a su compañero novato, ¡aquí pasa algo!

Se detuvieron en el parking trasero de la gasolinera, dejaron el coche aparcado, querían comprobar que todo estaba correcto y fueron andando sigilosamente hasta el edificio, para no llamar la atención, se asomaron por la ventanas discretamente, se percataron que dentro había un individuo con aspecto sospechoso acompañando a Pedro con una navaja enorme en su mano apuntando al cuello, la sospechosa del sargento Martínez se confirmó, este le dijo a su compañero Pérez que se deslizará hasta puerta principal comprobará a ver si estaba sin el cerrojo pasado, y eso hizo pero la puerta estaba bien cerrada, lo internaron también por la puerta trasera, también lo estaba. Esas dos puertas blindadas iban a ser difíciles de abrir y sin hacer ruido. El atracador se percató de la presencia de la autoridad gracias a las cámaras de seguridad que delató al novato Pérez, porque no supo esquivarlas. El atracador empujó a Pedro,  hasta la ventana, lo cogió del cuello con su brazo izquierdo sujetándolo fuertemente y con su mano derecha que empuñaba la navaja de la puso en el cuello, para que los guardias civiles lo vieran, les dijo 

-¡Si entráis lo rajo de arriba a abajo como a una lubina y luego me lo como, os dejo a vosotros sus tripas!

Pedro se acongojó, pero también le dio un escalofrío de morbo que lo moviera de esa forma tan brusca, y notar la polla del atracador rozándole el culo, lo ruborizó.

El morbo a veces no tiene explicación psicológica ni comprensión intelectual, es independiente de nuestra lógica racional y puede sacudir nuestros estereotipos emocionales convencionales que nos han arraigado y sorprendernos gratamente, es incomprensiblemente maravilloso.

Eso es lo que le pasó a Pedro, pero no fue el único, el atracador también se percató de que su atributo masculino creció entre sus calzoncillos energéticamente e ilógicamente, nunca le había acaecido ese sentimiento anónimo con otro hombre, se dejó llevar por esa fuerza emotiva natural, siguió sujetando a Pedro, quería comprobar que lo estaba ocurriendo en su yo masculino, y si estaba siendo real y porque fue provocado, de que mundo venía esa atracción, el gay. 

Pedro se percató que no solo había una navaja apuntando a su garganta, sino también una polla enorme y dura a su culo, estaba rodeado, no había escapatoria.

Empezaron a llegar más coches de la guardia civil, y los UEI, la unidad de élite para rescatar rehenes, con esos cuerpos tan moldeados de músculos y duros como el mármol, cercaron toda la gasolinera, iba a ser un hurto rápido y express, se convirtió en noticia, empezaron a llegar medios de comunicación para difundir el atraco en directo. Ya no había escapatoria para Manuel, el famoso y escurridizo delincuente de gasolineras, estaba acorralado.

El negociador de la benemérita se puso en contacto por teléfono con Manuel, haciendo una propuesta para que dejara libre a Pedro, pero se negó, este quería un coche veloz y que se fueran. El negociador le dijo que necesitaba más tiempo porque tenía que consultar con sus jefes. 

Manuel le dijo a Pedro que desconectara las cámaras de seguridad del interior para que no les pudieran ver, y que bajara las persianas de los ventanales para que no se pudiera ver desde el exterior lo que acontecía en el interior. Como buen rehén obedeció las órdenes. Ya llevaban dos horas encerrados, la espera desespera, Pedro intentó convencer a Manuel de que se entregará, diciéndole porque no terminas con esto, te dejas coger, yo hablaré en tu favor para que la pena sea menos dura.

-Manuel le dijo, me da igual todo, tengo 40 años y han sido una mierda todos los días, desde que nací, hasta hoy, un padre déspota y maltratador, una madre alcohólica y puta, yo iba de una casa de acogida a otra, y abusaron de mi y cuando me hice adulto no me contrataban en ningún trabajo por mi aspecto agitanado. ¡A estas alturas, me da igual todo!, lo perdí todo al nacer, y la cárcel la conozco bien, no le tengo miedo, es mi selva.

Pedro empatizo con la desgraciada vida de Manuel, se ofreció para darle un abrazo de consuelo. Manuel percibió tanta ternura y honestidad en ese abrazo que se terminó de derrumbar como las columnas del viejo panteón.

-Nadie me ha abrazado hasta la fecha como tú lo has hecho.

-Seguiría abrazándote mucho más y hasta el infinito, si me dejas.

Esta vez el permiso para abrazar no fue una confirmación verbal, fue visual.

Se volvieron a fundir en otro abrazo, pero este fue más intimista y ardiente, luego se miraron fijamente a la cara y empezaron a besarse, se metieron la lengua hasta la garganta, ese morreo duró diez tiernos minutos.

Manuel con todo lo rudo que era por fuera, en su interior era un trozo de pan mojado en leche y ColaCao, nadie supo apreciarlo, ni darle una oportunidad para demostrarlo, vivía a base de palos como un caballo de carga.

Lo que comenzó como un sencillo atraco, se desvió hacia la trastienda de la gasolinera, se tumbaron en el camastro de colchón duro que había para los trabajadores que utilizaban para descansar, se despojaron de la ropa, se encontraron, una alma desatendida y destrozada por su historia maltrecha, con otra alma que le encantaba repararlas, como hicieron con la suya, se veía comprendido con las causas imposibles, era una especie de cadena de favores.

Empezaron a follar como si fuera la última vez y el mundo se terminará ese día, Manuel follo el culo de Pedro una y otra vez, con su enorme polla de veintiún centímetros, no paraba de correrse en el culo tan estrecho de Pedro, que se abrió con la fórmula secreta de la saliva y la pasión, llevaba años de represión acumulados, esa mañana Manuel descubrió un secreto suyo, le gustaban los hombres, se sintió libre a punto de ser apresado por la guardia civil, y Pedro sintió el amor como nunca, y el placer por primera vez. 

Después de ejercer de amantes de la gasolinera durante una hora intensa, se fumaron unos cigarrillos tumbados en el camastro que lo ablandaron con el sexo.

Con tanta distracción no se percataron de que la guardia civil había entrado, los pilló in fraganti y desnudos, se llevaron a Manuel esposado, y a Pedro lo introdujeron dentro de un coche de patrulla y un periodista le preguntó si había pasado miedo y si se encontraba bien, Pedro le respondió “estoy genial, me han atracado el culo y me han robado el corazón”

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