Microrrelato Semana Santa

Jon Bicho

Publicado febrero 22, 2024

Ulises estaba trabajando un sábado por la mañana en su negocio, había ido adelantar faena como casi todos los sábados, era una rutina habitual en su vida, en la que se había convertido en un círculo de costumbre anodino y vicioso, no tenía casi vida propia, se había olvidado de vivirla tiempo atrás, en la penumbra de su soledad estaba haciendo cuentas y números para ver cómo iba la empresa. 

Se estaba preparando un café y le tocaron a la puerta, se asomó para ver quién era, la llave estaba pasada para que nadie pudiera entrar. Se acercó a la puerta vio a un chico joven, rondaba los 30 años, su hermoso pelo con tirabuzones rubios se veían desde el fondo, radiaba energía y ganas de hacer una gran labor social, pero algo necesitado.

A Ulises no le gustaba que le molestarán cuando estaba en sus labores, abrió la puerta con sobriedad y distancia, el chico le preguntó si hacía fotocopias, y que solo necesitaba una, Ulises le contestó con un no contundente, y que no se dedicaba hacer esas cosas, 

el chico muy comedido le hizo otra cuestión, 

-¿sabes de otro sitio? 

Ulises le dijo, hay una tienda de fotocopias en la esquina pero hoy se encuentra cerrada, lo siento pero te tengo que dejarte, debo continuar trabajando.

Ulises se despidió de él y volvió hacerse su café, a los pocos segundos reaccionó y sé compadeció del chico, salió corriendo y le tocó a la ventanilla del coche que estaba aparcado en la puerta del negocio, y estaba a punto de salir corriendo. 

El pobre chico se iba desesperado, esa fotocopia para él era muy importante. Estaba dentro de su viejo Citröen C5 de segunda mano, arrancándolo y desolado.

Ulises le dijo entra, que te voy hacer esa fotocopia, el chico se sintió aliviado y le cambió la cara, puso una sonrisa desahogo.

Empezaron a hablar de cosas cotidianas, Ulises le ofreció un café mientras se hacía esa única fotocopia, y era en color.

Ulises le preguntó por su nombre, el chico tenía vergüenza por decírselo, 

me llamo Poseidón,

Encantado, yo Ulises, el chico dijo menudos nombres tenemos y nos pusieron nuestros progenitores, 

Ulises dijo sí, ¡con mucha mitología! empezaron a reírse, a partir de esas dulces sonrisas empáticas, el lenguaje corporal se relajó. 

Se sentaron en el sofá, la conversación subió de tono, mientras se tomaban ese café, sorbo a sorbo, sin prisas, degustándolo, Ulises observaba los carnosos labios del chico que tenía una gota de café, Ulises quería chuparla para que no se desperdiciara, el chico muy provocador, sacó su lengua larga y rosada, se lamió esa diminuta gota negra de café colombiano que fue recogido a mano por hombres sudorosos que trabajaban de sol a sol para cultivar el mejor café del mundo y por una miserable remuneración, luego en el primer mundo, el kilo se pagaba muy caro. Ulises era muy sibarita, no se comía ni bebía cualquier cosa.

Los ojos verdes esmeralda de asistente social, no tenían precio en el mercado persa de la lujuria, no dejaban de mirar el pecho medio canoso de Ulises, sus pelos se le escapaban por el cuello pico de su vieja camiseta blanca de algodón egipcio, hacían armonía con su canosa barba de marinero sin rumbo ni barco.

Ulises tenía una experiencia cautivadora de 

años, era un viejo lobo, delante tenía a un ternero, que había entrado en su cueva, le estaba haciendo una fotocopia corporal al físico de Poseidón, sus ojos navegaban por todo su cuerpo, ya se lo estaba imaginando desnudo. Se podría apreciar que tenía el pecho bien definido por la gimnasia que había practicado tiempo atrás, pero se había abandonado un poco, le delataba su diminuta barriguita sexy. Ulises era muy exigente con los hombres con barriga aunque fuera muy discreta las rechazaba por el guión de sus gustos, pero esta le daba morbo y eso que estaba tapada.

-Ulises le preguntó, ¿te importa que fume?

-Poseidón le contestó no, pero con una condición, me tienes que invites a uno. 

-Ulises le dijo, solo tengo uno en este paquete, podemos compartir unas caladas, sino te importa que mis labios se hayan humedecido la boquilla. Era mentira que Ulises solo tuviera un pitillo, tenía otro paquete guardado en su mochila.

-¡No me importa, lo compartiremos!

Ulises encendió el cigarrillo con su mechero Zippo, la llama fue intensa.

¡Cuánto fuego tiene este mechero! Exclamó Poseidón.

¡Mucho, ni te lo imaginas! Respondió Ulises.

De repente vino un silencio de iglesia sin feligreses, provocando por Ulises, estaba poniendo a prueba a su presa, quería saber hasta dónde podía comérselo y aguantar la afasia. Poseidón respetaba ese silencio y le ponía algo nervioso, estaba esperando a ser devorado, porque era muy tímido para lanzarse a los labios de Ulises, pero tenía ganas de morderlos. 

 

Ulises dio una calada muy intensa y le lanzó el humo a la cara de Poseidón, como lo hubiera hecho Humphrey Bogart, le pasó el cigarrillo tocándole la mano de forma muy sutil a Poseidón, tenía una mano hecha de seda, era hipoalergénica, eso le dio más confianza para seguir acariciándola, me encanta tu suavidad, Ulises pensó en tu interior, me podría deslizar sobre él como si fuera un tobogán, hasta llegar hasta tocar suelo.

 

Poseidón le contestó, pues no me pongo cremas, tengo todo el cuerpo igual de suave, esa frase fue adrenalina pura para el morbo y la señal para quitarle la camiseta azul eléctrica que cubría ese cuerpo bronceado natural, eso hizo, no titubeo, Ulises le quitó esa camiseta que le sobraba, con cariño mientras sus manos se deslizaban por ese cuerpo al compás que lo desnudaba, quería testar si era verdad que toda esa piel estaba hecha de seda de natural. La polla de Ulises se le reivindicó y se le puso súper dura, estaba a punto de romper los pantalones que llevaba puestos y escaparse de ellos como si fuera un preso que se fuga de la cárcel, pero Poseidón fue quien la liberó de esos pantalones opresores, con sus manos sedosas y nada tímidas, se los arrancó bruscamente, cogió la polla y empezó a masturbala, ¡uff que polla más rica y mojada, tienes!

Ulises auyaba de placer.

 

“Empezó a rodarse la película porno gay improvisada por dos hombres que eran desconocidos”

 

Poseidón se quitó los pantalones, y las zapatillas se quedó en calzoncillos por imperativo de Ulises, que le dijo no te los quites, te los quitaré yo cuando llegue el momento, esa frase encendió más a Poseidón, le gustaba ser sometido y someter, ambos sabían combinar perfectamente los dos roles.

 

La versatilidad es una virtud porque te permite explorar nuevas experiencias, y es el incienso que perfuma el morbo. 

 

Ulises se arrodilló en el suelo y no para rezar, mientras Poseidón estaba sentado, le quitó los calzoncillos poco a poco, primero se los bajó hasta el pubis rasurado, dejó el capullo al descubierto, y le dio un lengüetazo en el capullo, que tenía un color rosa perfecto, Poseidón estaba poseído de lujuria, deseaba que Ulises  le quitara de golpe esos pantalones cortos de color pistacho y a la vez que se quedaran donde estaban, en ese limbo tan provocador e indefinido, finalmente se los quitó, la piel la tenia erizada, empezó a comerle la polla sin prisa, quería degustarla, se la introdujo toda hasta el fondo de su garganta, Poseidón gritaba, ¡no pares, no pares! 

Ulises seguía comiéndose esa polla de talla mediana, con forma de gancho para colgar la ropa, era una polla muy griega, sin circuncidar, Poseidón estaba revolviéndose en la harina del placer, ambos se tumbaron en ese gigantesco sillón que estaba en la entrada e hizo de índigo de amor, comenzaron a besarse, los labios de Poseidón aún tenían el sabor del café, Ulises los desgustaba beso a beso, Poseidón se montó encima de Ulises se mojó su mano con su saliva, y lubricó su culo, cogió la polla e inclinada de Ulises, se la puso en su ano y empezó frotarse con el capullo de Ulises, luego la introdujo poco a poco en su culo se empezó a dilatarse a medida que entraba, se la metió hasta dentro, comenzó a cabalgar como en un tíovivo, cada vez trotaba con más ritmo, Ulises estaba a punto de correrse, y vociferaban con extrema comunión, ¡Sigue, me voy a correr en tu culo,!

¡Córrete, córrete, lléname con tu leche!

El semen empezó a salir a borbotones, le llenó ese culo duro, jugoso y perfecto que Poseidón había heredado de algún antepasado. La aguantó un ratito dentro para compartir el calor del semen y estar más conectados.

 

Permanecieron tumbados de costado, mirándose fijamente, Poseidón revisaba los sucos de las arrugas trabajadas con los años de la cara de Ulises, sin mediar palabra, mientras acariciaba su barba y los pelos de su pecho. Ulises observaba la piel tersa de sus rostro y los ojos honestos de color verde esmeralda.

 

Poseidón tenía más ganas, aún no se había corrido, empezó a darle un masaje a Ulises que estaba tumbado boca abajo, las manos de Poseidón recorrían todo el cuerpo velludo de Ulises, notaba la magia de la energía que poseía esas manos sedosas, continuó comiéndole el cuerpo a besos, hasta llegar a su culo que empezó a comérselo, Ulises gemía de placer, Poseidón cada vez estaba más cachondo y su polla estaba durísima, se tumbó encima del cuerpo de Ulises y le metió su polla jugosa en el culo de Ulises, mientras le besaba la nuca, luego Ulises se puso a cuatro patas, Poseidón se arrodilló, se puso en forma de L, para poder seguir conectado pecho con espalda y poder besarlo, sin sacar la polla del culo de Ulises, seguía follandoselo sin parar, esa polla parecía que conocía el culo de Ulises de toda la vida, gemían como bestias salvajes, gritaban como locos que habían perdido el control, Poseidón se corrió dentro de ese culo tan necesario de ser follado.

Ulises solo se dejaba penetrar por sus parejas o amantes, no por desconocidos, era muy estricto con esa regla, pero esta vez se dejó llevar por un impulso desconocido y muy convincente, algo en su interior llamado amor express le convenció y le tocó su corazón, fue la mirada de ese chico que destellaba ternura jamás vista.

 

Me llamó un viejo follamigo, hacía tiempo que él iba detrás de mi, lo ignoraba constantemente, no era nada para mi, esa mañana llegó otro mensaje insistente de él, Viernes Santo días de crucifixiones, sermones, le dije un si rotundo, al momento sin pensarlo, realmente fue mi pene el que le contestó. Llegué a su casa a los 15 minutos, al abrirme la puerta ya le estaba metiendo la mano dentro de su viejo chándal rojo de Adidas, ya lo había visto en otras ocasiones, yo lo llamaba el uniforme de trabajo, quería saber cómo estaba su culo, si seguía igual de duro, había perdido algo de rigidez con la edad, aún estaba en su sitio. Lo traté como una puta, él lo deseaba mas que yo, me lo pedía de manera silenciosa que lo humillara eso le excitaba más y a mi me daba más morbo, la humillación es penetrante como un buen culo redondo, bien formado por nalgas duras, lo follé hasta el final con mi pene duro, lubricado, él gritaba de placer me pedía más fuerte, quería sentirme bien adentro. Él estaba a cuatro patas su espalda estaba contra mi pecho, yo lo envolvía con mis brazos fuertemente por detrás para que no se escapara, sus besos sabían a poco pero lo suficiente para calentar mi alma romántica y desconsolada por un frío invierno de amor perdido que yo había dejado atrás aún habitaba mi corazón, el seguía siendo dueño y amo total de este latifundio de sentimientos, me estaba vengando en mi interior, con un premio de consolación, me hubiera gustado que él me hubiera visto follarme a ese pobre chico, lo utilizaba como un pañuelo que sirve para limpiar las gotas del semen del prepucio después de correrte, cómo le llenaba su culo de leche caramelizada ardientemente, simplemente para darle celos, sentía que le estaba siendo infiel, esto me provocaba una mezcla de dolor y de sadismo, la humillación es generosa en placer, arrogante con muchas preposiciones y adjetivos degradantes, ¡que orgásmica es!. 

El acto duró ocho minutos, el tiempo necesario de disfrutar un polvo Fast Food, después de comérmelo, sólo dejé lo que no me interesaba de el, todo menos su culo tragón, me vestí tranquilamente, después encendí un cigarro me lo fumé sin prisas disfrutando cada calada, le tiraba el humo a su cara mientras le dije has estado genial, no has perdido entrega ni ganas, sólo flacidez, él me miró fijamente permaneció en silencio no se atrevió a contestarme, su mirada se vino abajo y aceptó otra vez lo que era para mi, un trozo de carne con un buen trasero. Cuando terminé el cigarro me despedí de él con una breve frase, nos vemos un día de estos si Dios quiere, me fui de su casa dando un portazo en la puerta y en su pobre autoestima. Esa tarde me sentí fatal por él desprecio con el que lo traté y por serle infiel a mi amor y a lo que más quiero en mi vida, la consciencia me traicionaba, me estaba siendo desleal me embargaba la cuentas de las deudas del pasado con mi destino por mis fechorías, desprecios analgésicos y traiciones. Me transformé en un lobo que quería hacer y hacerse daño, las cicatrices de luchas, peleas del pasado me habían marcado para los restos del presente,  y sobre todo del futuro.

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