Microrrelato Semana Santa

Me llamó un viejo follamigo, hacía tiempo que él iba detrás de mi, lo ignoraba constantemente, no era nada para mi, esa mañana llegó otro mensaje insistente de él, Viernes Santo días de crucifixiones, sermones, le dije un si rotundo, al momento sin pensarlo, realmente fue mi pene el que le contestó. Llegué a su casa a los 15 minutos, al abrirme la puerta ya le estaba metiendo la mano dentro de su viejo chándal rojo de Adidas, ya lo había visto en otras ocasiones, yo lo llamaba el uniforme de trabajo, quería saber cómo estaba su culo, si seguía igual de duro, había perdido algo de rigidez con la edad, aún estaba en su sitio. Lo traté como una puta, él lo deseaba mas que yo, me lo pedía de manera silenciosa que lo humillara eso le excitaba más y a mi me daba más morbo, la humillación es penetrante como un buen culo redondo, bien formado por nalgas duras, lo follé hasta el final con mi pene duro, lubricado, él gritaba de placer me pedía más fuerte, quería sentirme bien adentro. Él estaba a cuatro patas su espalda estaba contra mi pecho, yo lo envolvía con mis brazos fuertemente por detrás para que no se escapara, sus besos sabían a poco pero lo suficiente para calentar mi alma romántica y desconsolada por un frío invierno de amor perdido que yo había dejado atrás aún habitaba mi corazón, el seguía siendo dueño y amo total de este latifundio de sentimientos, me estaba vengando en mi interior, con un premio de consolación, me hubiera gustado que él me hubiera visto follarme a ese pobre chico, lo utilizaba como un pañuelo que sirve para limpiar las gotas del semen del prepucio después de correrte, cómo le llenaba su culo de leche caramelizada ardientemente, simplemente para darle celos, sentía que le estaba siendo infiel, esto me provocaba una mezcla de dolor y de sadismo, la humillación es generosa en placer, arrogante con muchas preposiciones y adjetivos degradantes, ¡que orgásmica es!. 

El acto duró ocho minutos, el tiempo necesario de disfrutar un polvo Fast Food, después de comérmelo, sólo dejé lo que no me interesaba de el, todo menos su culo tragón, me vestí tranquilamente, después encendí un cigarro me lo fumé sin prisas disfrutando cada calada, le tiraba el humo a su cara mientras le dije has estado genial, no has perdido entrega ni ganas, sólo flacidez, él me miró fijamente permaneció en silencio no se atrevió a contestarme, su mirada se vino abajo y aceptó otra vez lo que era para mi, un trozo de carne con un buen trasero. Cuando terminé el cigarro me despedí de él con una breve frase, nos vemos un día de estos si Dios quiere, me fui de su casa dando un portazo en la puerta y en su pobre autoestima. Esa tarde me sentí fatal por él desprecio con el que lo traté y por serle infiel a mi amor y a lo que más quiero en mi vida, la consciencia me traicionaba, me estaba siendo desleal me embargaba la cuentas de las deudas del pasado con mi destino por mis fechorías, desprecios analgésicos y traiciones. Me transformé en un lobo que quería hacer y hacerse daño, las cicatrices de luchas, peleas del pasado me habían marcado para los restos del presente,  y sobre todo del futuro.