Microrrelato Semana Santa

Jon Bicho

Publicado febrero 22, 2024

Me llamó un viejo follamigo, hacía tiempo que él iba detrás de mi, lo ignoraba constantemente, no era nada para mi, esa mañana llegó otro mensaje insistente de él, Viernes Santo días de crucifixiones, sermones, le dije un si rotundo, al momento sin pensarlo, realmente fue mi pene el que le contestó. Llegué a su casa a los 15 minutos, al abrirme la puerta ya le estaba metiendo la mano dentro de su viejo chándal rojo de Adidas, ya lo había visto en otras ocasiones, yo lo llamaba el uniforme de trabajo, quería saber cómo estaba su culo, si seguía igual de duro, había perdido algo de rigidez con la edad, aún estaba en su sitio. Lo traté como una puta, él lo deseaba mas que yo, me lo pedía de manera silenciosa que lo humillara eso le excitaba más y a mi me daba más morbo, la humillación es penetrante como un buen culo redondo, bien formado por nalgas duras, lo follé hasta el final con mi pene duro, lubricado, él gritaba de placer me pedía más fuerte, quería sentirme bien adentro. Él estaba a cuatro patas su espalda estaba contra mi pecho, yo lo envolvía con mis brazos fuertemente por detrás para que no se escapara, sus besos sabían a poco pero lo suficiente para calentar mi alma romántica y desconsolada por un frío invierno de amor perdido que yo había dejado atrás aún habitaba mi corazón, el seguía siendo dueño y amo total de este latifundio de sentimientos, me estaba vengando en mi interior, con un premio de consolación, me hubiera gustado que él me hubiera visto follarme a ese pobre chico, lo utilizaba como un pañuelo que sirve para limpiar las gotas del semen del prepucio después de correrte, cómo le llenaba su culo de leche caramelizada ardientemente, simplemente para darle celos, sentía que le estaba siendo infiel, esto me provocaba una mezcla de dolor y de sadismo, la humillación es generosa en placer, arrogante con muchas preposiciones y adjetivos degradantes, ¡que orgásmica es!. 

El acto duró ocho minutos, el tiempo necesario de disfrutar un polvo Fast Food, después de comérmelo, sólo dejé lo que no me interesaba de el, todo menos su culo tragón, me vestí tranquilamente, después encendí un cigarro me lo fumé sin prisas disfrutando cada calada, le tiraba el humo a su cara mientras le dije has estado genial, no has perdido entrega ni ganas, sólo flacidez, él me miró fijamente permaneció en silencio no se atrevió a contestarme, su mirada se vino abajo y aceptó otra vez lo que era para mi, un trozo de carne con un buen trasero. Cuando terminé el cigarro me despedí de él con una breve frase, nos vemos un día de estos si Dios quiere, me fui de su casa dando un portazo en la puerta y en su pobre autoestima. Esa tarde me sentí fatal por él desprecio con el que lo traté y por serle infiel a mi amor y a lo que más quiero en mi vida, la consciencia me traicionaba, me estaba siendo desleal me embargaba la cuentas de las deudas del pasado con mi destino por mis fechorías, desprecios analgésicos y traiciones. Me transformé en un lobo que quería hacer y hacerse daño, las cicatrices de luchas, peleas del pasado me habían marcado para los restos del presente,  y sobre todo del futuro.

Etiquetas: ,

El Pastor

Era una mañana fría, Tomás el pastor se dirigía hacia su establo en medio del valle, sus 70 años empezaron ya hace mucho a pesarle, pero su amor por la naturaleza y su carácter huraño le daban fuerzas para seguir adelante. Le quedaban unos 500 metros para llegar, pero...

leer más

Voyeurismo y el cuarto oscuro 

Leo era un observador nato, un sabueso de la honestidad, un neurocirujano de la hipocresía la cortaba con el bisturí de la verdad y se deshacía de ella, era un animal con mayúsculas.  Esa noche el vicio lo tenía subido y sublime, como la lívido y quería experimentar...

leer más

Sumisión

Jackson, el Palote, a sus 27 años y su 170 cm, es un hombre forjado en la calle, con varias entradas a la cárcel por problemas de drogas, es un despiadado distribuidor y con varios camellos a su servicio en la zona sureste de Caracas. En la cárcel se hizo con su fama...

leer más

Juan y Pablo

 Era un día caluroso de agosto, Juan y Pablo dos jóvenes marginales del barrio tuvieron una idea, una que sólo con sus16 años podría parecer buena. Decidieron saltar a la piscina de un chalet que siempre veían durante su trayecto en autobús al instituto. No resultó...

leer más

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *