Voyeurismo y el cuarto oscuro 

Jon Bicho

Publicado abril 21, 2024

Leo era un observador nato, un sabueso de la honestidad, un neurocirujano de la hipocresía la cortaba con el bisturí de la verdad y se deshacía de ella, era un animal con mayúsculas.  Esa noche el vicio lo tenía subido y sublime, como la lívido y quería experimentar con la sabiduría del voyeurismo, quería satisfacerlo. No recordaba la última vez que lo practicó, últimamente lo tenía olvidado como a su gran amante que aún navegaba por las venas de su corazón.

Se dirigió a un local cochambroso de crussing y oscuro donde se practicaba sexo sin pudor, sin fronteras, ni respeto, cuando entrabas a ese pub olía a semen recién ordeñado, y se te clavaban las miradas de los que estaban dentro, esperando su turno, como el de una carnicería humana, eras un posible alimento para satisfacer el hambre del sexo express, eras un trozo de carne con forma de falo y culo.

Entró con aires de realismo, sin muchas expectativas que hubiera carne fresca, ya que estos antros estaban en declive por culpa de las malditas aplicaciones, donde era más fácil encontrar lo que querías y hacer la orgía en casa y más cómodo.

Ya estaba dentro, se acercó a la barra sin titubear, se pidió un ron con hielo y sin refresco, bebió un buen trago, él observaba a la clientela que estaban apoyados en la larga barra y en la antesala que era una especie de pub, para poder charlar y conocer algún chico, los otros chicos le observaban a él, sin tapujos. Se terminó su copa y se pidió otra, quería entrar en calor rápidamente, pagó con su móvil. El camarero de pelo corto, ojos de color marrón oscuros y pelo en el pecho, no llevaba camiseta, era un chico simpático y muy guapo, le ofreció condones, él los cogió se los guardo en el bolsillo. 

Se encontraba preparado para entrar a la trastienda, entre bastidores, el ron le animó mucho, hizo el recorrido correspondiente, se iba deslizando poco a poco por la oscuridad como un gato en celo, entró en el showroom del vicio, era una habitación grande y en el centro había una gran cama redonda, hecha a medida, color roja, recordaba a las que habían en los prostíbulos del París de principio del siglo veinte, su estilo era art decó, había unos cuantos personajes tumbados en ella, cuatro, con los pantalones desabrochados, bajados hasta las rodillas y enseñando las pollas todas duras mientras se la tocaban, esperaban su turno, había un chico de rodillas que no estaba rezando, que hacía de bufón del circo sado, iba lamiendo las pollas una a una como un chupachu, las aspiraba, las iba absorbiendo, habían pocas pollas para ese chico tan necesitado de mamar, era una manada de lobos con su presa fácil, al chico lo habían desnudado, era muy jovencito, sobre 25 años, se volvía loco comiendo pollas, se corrían por su boca y sobre su cuerpo sin pelos y piel blanca, esos cuatro hombres maduros. 

Él se tragaba el semen como si estuviera en plena lactancia, un hombre se levantó de esa cama del placer carnal para meterle su gran polla en ese culo imberbe, pero bien abierto, ese trasero tenía grandes añadas de preñadas, estaba muy experimentado en enormes folladas, se corrió en su culo le salía el semen de dentro porque no cabía más en su interior. 

Leo observaba con sus prismáticos lascivos todo ese espectáculo de sadismo, ya empezaba a sentir el hormigueo del morbo que lo tenía algo seco por el estrés del trabajo, empezó a despertársele con furia, notaba la erección de su polla entre sus vaqueros viejos y desgastados, le daba latigazos en su vástagos huevos de placer. Siguió andando por ese laberinto de local, tenía tres mini habitaciones para tener algo de privacidad, duchas abiertas donde habían un par de hombres duchándose juntos, frotándose con la fiebre loca calenturienta que se la provocaba que los vieran  magreándose, eso les excitaba muchos, les complacía la perversión de ser mirados. 

Ese antro era un parque de atracciones para adultos sin prejuicios, lo habitaban todo tipo de hombres, hasta casados con mujeres que las tenían engañadas y lo peor de todo se autoengañaban cínicamente, se encontró a un tipo corpulento de unos 50 años tumbado en el potro, atado con arneses no podía moverse, la boca la tenía tapada con una mordaza con una bola de goma, mientras otro hombre con un físico atlético y robusto le metía su gran puño con cardenales por el culo, el hombre gemía de placer y dolor,  mientras tres hombres hacían corrillo y se masturbaban con la sintonía de una orquesta filarmónica.

Leo necesitaba más, ya se había enrolado a ese ejército de sadomasoquistas, tenía que terminar de satisfacer a su parafilia, le dominaba, era un lobo aullando, gimiendo y siguió con el recorrido en el universo metasexo, deambulando por los pasillos, vio una puerta medio abierta de una de las mini habitaciones habían dos chicos con camisetas de tirantes y sin pantalones, la curiosidad le invitó a entrar, uno de ellos estaba inalando popper, estaba eufórico y desatado el otro le estaba comiendo el culo, Leo permaneció en un rincón del habitáculo, eran una pareja, el que estaba inhalando le dijo ven guapo, se empezaron a morrearse, Leo se le puso la polla dura como una espada de un ninja, el otro chico le bajó los pantalones le empezó a comer la polla mientras le comía el culo a su pareja, luego cogió la polla de Leo con su mano suave se  dirigió al de culo de su novio, le invitó a que la introdujera, Leo estaba súper excitado, empezó a sacarla y a meterla una y otra vez,   gemían los tres de placer cada uno por sus razones, dos por estar follando y el tercero por contemplar como se follaban a su chico, Leo gritaba ¡me voy a correr en tu culo!

-El novio de decía “hoy el culo de mi chico es todo tuyo, préñaselo ” 

Leo le dejó todo el culo lleno de leche muy caliente. 

El novio le decía cariño fóllame tú ahora, termíname de llenarme mi culo y dejárme embarazado, y eso hizo, fue meterla y enseguida se corrió, los tres terminaron besándose lascivamente.

Leo se vistió, se despidió con una sonrisa de placer y un hasta pronto.

Esa noche durmió como nunca.


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